Por qué nada más completar la checklist no te hace feliz

Resulta que hay algo más allá de la estrategia de productividad del momento. ¿Quién lo hubiera dicho?

Por qué nada más completar la checklist no te hace feliz

Del blog:


Vivir dentro de un sistema es algo bien cómodo y atractivo. La estructura nos da la ilusión de que, si seguimos las reglas, seremos personas funcionales; tendremos éxito; seremos felices. Mecánicamente: lo único de lo que te tienes que preocupar es de llegar a estas metas, cumplir con estos deadlines, hacer estos movimientos. Un engrane más en la maquinaria.

Hasta que un día te despiertas todo encabronado, cuestionándote por qué sigues sintiéndote así de insatisfecho, aún cuando tu dashboard de logros está todo en verde.

Susan Piver, coach de meditación y maestra Buddhista, comparte su experiencia:

He pasado mucho tiempo en mi vida intentando obligarme a hacer cosas. Cosas realmente buenas. Cosas que son importantes para mí. Cosas como meditar, escribir un diario, ir al gimnasio, etc. Me fijo horarios una y otra vez. (Me levanto a las 5. Medito, 5:30-6:30. Escribo un diario 6:30-7:30. Desayuno 8-9, etc.). Fracaso mucho más de lo que logro, lo que me molesta muchísimo. Me enojo cada vez más conmigo misma, maldigo mi falta de disciplina, me avergüenzo por ver Battlestar Galactica (otra vez) en lugar de escribir, hurgo en mi psicología con la esperanza de desenterrar las semillas del autosabotaje. Todo se descontrola hasta que cedo y me quedo en el sofá o de alguna manera logro un día de disciplina según lo programado, tras lo cual respiro aliviada y empiezo a obligarme a repetirlo mañana.

El momento en que te das cuenta que puedes definir productividad de una manera más humana —menos perfecta— es cuando te das cuenta que las cosas no tienen que ser tan difíciles. Si quieres hacer algo por mucho tiempo, tienes que buscar la manera de hacerlo sostenible. La tiranía contigo mismo es lo opuesto.

Susan continúa:

Una vez que recordé que mi motivación se basa en la curiosidad genuina y que mis tareas están en total sintonía con quién soy y quiero ser, mi oficina de repente me pareció un patio de recreo en lugar de un campo de trabajo.

Así que no programé nada. En cambio, me pregunté: ¿qué me apetece hacer? ¿Qué me divertiría? ¿Escribir? Bueno. ¿Qué tiene de divertido escribir? Es genial cuando empieza a fluir, y además disfruto mucho pensando en cosas como el dharma, el amor y la creatividad simplemente por el placer de hacerlo. Así que empieza por ahí. Cuando termines, pregúntate qué sería divertido hacer a continuación.

Nos han vendido la idea de que si algo te importa, lo vas a priorizar. Que todo es cuestión de voluntad. Mentira. Puedes amar escribir, amar leer, amar a tu pareja, y aun así pasar tres horas viendo videos de cómo se doblan toallas en hoteles de lujo. ¿Por qué? Porque no priorizamos lo importante: priorizamos lo inevitable. Y lo inevitable suele tener forma incentivo — positivo, o negativo.

La realidad es que el nivel de importancia que le damos algo no siempre está alineado con nuestras condiciones para hacerlo una prioridad. Estas condiciones —nuestro entorno— definen los incentivos que moldean nuestro comportamiento.

Todos tenemos nuestro talón de aquiles, y los incentivos que lo explotan siempre ganan sobre la razón:

  • Puede que te importe mucho mantenerte sobrio. No lo vas a hacer si eso significa quedarte sin amigos.
  • Puede que quieras mejorar tu salud. No lo vas a hacer si eso significa no poder compartir cenas con tu familia.
  • Puede que valores mucho la honestidad. No la vas a practicar si eso significa perder tu empleo.
  • Puede que te importe cuidar tu salud mental. No lo vas a hacer si eso implica decepcionar a tu jefe.
  • Puede que quieras pasar más tiempo con tus hijos. No lo vas a hacer si eso implica renunciar a tu rol de “imprescindible” en la oficina.

Así es como hemos aprendido a sobrevivir en el mundo durante miles de años: respondiendo a nuestras necesidades de manera inconsciente.

Esas son las reglas del juego, y gana el que logra reconocer sus propios incentivos y trabaja por estar en un ambiente que los promueva de la manera más natural posible.


En otras cosas

Drive — Daniel H. Pink Cómo la motivación real viene de tres cosas: autonomía, propósito y maestría. Nada que ver con apps de pomodoros.

WorkLife con Adam Grant — “How to Love Criticism” Sobre cómo el feedback puede ser combustible, no castigo.